Hubo una época, no sé si les pareció lo mismo a ustedes, en que las
mayorías coincidíamos en un tópico muy importante: criticar al gobierno de
turno. Lo criticábamos y a la vez también coincidíamos en lo que ambicionábamos
para el país: crecimiento, pleno empleo, buenos sueldos, movilidad social
ascendente, paz social, en suma, un sostenido progreso.
Es fácil comprobarlo, recordando algunos nombres como Lanata, Majul, Leuco, Caparrós, Van der Koy, Blanck,
Tomás Abraham, Silvina Walger, Eliaschev, Aguinis, en fin son muchos sin duda, aquellos
con los que la mayoría coincidíamos
Pero algo pasó, porque hoy en día a esos con los que estábamos casi
en todo de acuerdo, los tenemos en la vereda de enfrente, y de manera muy
virulenta.
¿Y qué fue lo que pasó? Porque algo tiene que haber pasado, ya que
ahora estamos en veredas distintas con respecto a las estrellas del firmamento
de la comunicación. Y es honesto y muy cierto decir que en las que fueron guía
para nosotros durante tanto tiempo, hay un inconmensurable odio.
No creo que haya posibilidad de discutir eso.
Y no es que estoy diciendo que este gobierno o nosotros, los que lo
apoyamos, somos perfectos, nada más lejos de mí. Pero sí digo, con todas las
letras, no estamos envenenados por el odio como lo están ellos. Es más, amamos,
y no hace falta aclarar a quienes.
Comienzo a hurgar en mis recuerdos, tratando de encontrar en mi
pobre marote, algún detalle, algún hecho que me ayude a entender lo que
sucedió, (sucede). Yo también cambié, creo que cabe decirlo, ya que en el año
2003, no voté por Néstor. Soy peronista, pero no voté por él, de hecho, lo hice
por la Carrió. (Perdón)
No confiaba para nada en Menem, (en realidad, nunca lo quise) y
tampoco en Duhalde. Y estaba desesperanzado, y con 52 años de edad, sin creer
para nada ya en la política.
Creo que habrían pasado 15 días de la asunción de Néstor, cuando al
levantarme una mañana para ir a trabajar mi primer pensamiento fue que teníamos
un presidente con ya dos semanas en funciones, y no nos había echado la culpa a
los trabajadores de los males del país, que no hablaba de ajustar para “salir
adelante”, que no pedía el clásico “sacrificio” (de los demás).
Que hablaba de gasto social, de aumentar el consumo, de inclusión,
de generar un círculo virtuoso con el gasto público, y que lo decía siendo ya
presidente en funciones. Algo nuevo, realmente nuevo para muchos en este país,
según yo creo. Y ahí es cuando yo comencé a apoyar cada día más a Néstor, hasta llegar al día de hoy en el
que tengo un compromiso con este modelo.
Pero les cuento, que al mismo tiempo que yo comenzaba a apoyar a
Kirchner, un amigo mío, ya fallecido, comenzaba a odiarlo fervientemente. Y
esto estaba sucediendo en una parte importante de la sociedad argentina.
Mientras unos lo empezábamos a amar, otros seguían el camino inverso. El tema,
muy llamativo para mí, es que lo odiaban
personas con las que siempre habíamos coincidido en diagnósticos y proyectos,
al menos en líneas generales, en lo básico.
Y aparece un señor que comienza a aplicar esos lineamientos generales,
y como resultado inmediato, empezó el odio. Había una gran uniformidad que
comenzaba a desaparecer. Uniformidad que por supuesto no era absolutamente real,
que no llegaba a lo profundo, pero que si tenía un gran sustento mediático, lo
que no nos permitía ver con claridad quién era quién en este amado país.
Recordemos la uniformidad en cuanto al tema del ajuste, también aquella
afirmación de la Dra. Carrió: “la gente los quiere matar”, afirmación que quedó
como crónica de algo real, de algo que era sentido por las mayorías.
Esta desaparición se completó para siempre durante el conflicto con
el campo. Se vió, como los medios más importantes, que durante la “uniformidad”,
esto es, durante la vigencia del relato hegemónico de los poderes fácticos, se
vendían como “objetivos e independientes” apoyaban claramente “al campo”.
A esa masa “homogénea”, se le estaban viendo las partes, los
ingredientes, se estaba viendo la verdadera identidad ideológica, de algunos de
sus componentes, su verdadera catadura moral,
le estábamos descubriendo su verdadero sabor.
En la negación a ceder una parte de esa renta extraordinaria
generada por el precio de la soja, está la prueba de lo que fue un montaje, la
construcción de una gran mentira, en realidad, que ponía a la clase dominante como
paradigma de ética en la Argentina, y que el accionar del gobierno de Néstor,
luego continuado por el de Cristina, había comenzado a deconstruir, a desmontar,
para así mostrar la siniestra miseria anidada en las almas de los
“biempensantes” haciendo ya imposible para ese sector y sus laderos mediáticos,
el ocultarse detrás de los “altos intereses de la Patria”.
En esa deconstrucción llevada ahora adelante por Cristina, se pudo
apreciar, por ejemplo, lo acertado de la afirmación de la igualdad entre el
hombre y la mujer. Quedó ya más que claro que este proceso fue llevado adelante
por una mujer, que no había doble comando, sino una militante con una historia
de permanente construcción colectiva de poder por detrás. La gestión y los
resultados después de la muy prematura muerte de Néstor es la prueba
contundente de lo que afirmo.
Cristina decretó la muerte del machismo. Su 54% en las generales,
creo que así lo prueban. Es obvio que el machismo está muy vivo, pero la
Presidenta lo mató al dejarlo sin sustento
“intelectual”, ya que gracias a su tarea, no se puede afirmar que la mujer “no
sirve”, que “no es capaz”.
Hay, según mi parecer, un aumento de la violencia sexista en
Argentina que guarda relación con esta demostración tajante de la igualdad. Es
la contrapartida, es la reacción a una acción que era por demás necesaria y
esperada por las mujeres todas. (¿Y por qué no también por muchos hombres?) Esta
demostración empírica de la igualdad entre hombre y mujer, ha puesto en
evidencia lo siniestro de la concepción machista de la realidad.
Y es muy fácil comprobarlo: Nadie ha muerto porque Cristina ha
demostrado sus capacidades, su condición de igual.
Por el lado del machismo, recomiendo leer el siguiente link: http://www.amecopress.net/spip.php?article4809
Este proceso deconstructivo, puso en evidencia también de manera muy
clara a la Dra. Carrió, como una prueba más de la ya indiscutible igualdad
entre los sexos. Cristina ha quedado como demostración de que lo más positivo
de la condición humana está más que presente en la mujer y la Dra. Carrió, como
su contraparte, con una carga negativa tantas veces vista en tantos hombres. Más
claro…
Gran mérito el conseguido por el kirchnerismo, esto de lograr
separar las partes para que, fácilmente,
de manera natural, se vean quienes nunca
tuvimos careta, y así agruparnos, dejando en claro que no somos la misma cosa,
que hay una natural división, división que se debe ver claramente, para que las
nuevas generaciones, que en algún momento se quedarán con la posta, no puedan
ser engañadas. Que re-conozcan su sabor.
Natural división tantas veces usada para acusar al kirchnerismo de
“agresivo y disolvente”, acto hipócrita, además, de la oposición toda, ¿ya que
donde está la “unión” de esos sectores, con por ejemplo, los obreros y las
Madres?
Y no hablemos de lo “pacífico y unificador” que es el ajuste, eterna
propuesta de vida (para el pueblo) de los “almas bellas”, católicas,
apostólicas, romanas.
Los participantes somos los mismos, pero nos pasó como si El Bulli
se hubiera internado en la sociedad argentina, la hubiera desarmado y dejado
ahí, como para que después cada uno arme su receta como le plazca. Armado que
se dio, en dos platos distintos, con dos sabores contrapuestos, uno pleno de
amor, proyectos y alegría, y el otro saturado del indudablemente amargo sabor
del odio.
Porque es odio a niveles nunca visto lo que constantemente muestran.
Odio que exponen porque no tienen proyecto
para mostrar, o mejor dicho, tienen un proyecto, pero es el que se está
imponiendo en Europa, un proyecto de muerte en vida, cuando no literal. Y ahí
está de la forma más clara posible el
efecto de la deconstrucción lograda por el kirchnerismo: que se muestren tal como
son, y son profundamente destructivos.
Este logro creo que no ha
sido suficientemente reconocido por nosotros. Logro que continúa en marcha,
como podemos advertir en la virulenta oposición a la creación del Instituto Nacional de Revisionismo
Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego. Si son poseedores de
la verdad de nuestra historia, ¿cuál es el problema? En cualquier debate que se
haga lo podrán poner en claro. ¿O no es tan verdad lo que han escrito de
nuestra historia?
Hicieron Néstor y Cristina, en suma, caer las caretas. Consiguieron
desestructurar a una sociedad, dejar sus piezas a la vista, y hacer más que
evidente la dominación que sobre esas piezas ejercía un relato, una subjetividad construida a
sangre y fuego, que contó la historia y diseñó la economía, economía que contaba con un solo y
amargo plato en el menú, el del ajuste y su miseria subsecuente, y cuyos sus
defensores siempre fueron y son mostrados como mesías salvadores de los
“destrozos” populistas.
Vemos ahora claramente a quienes son los que sí quieren una nación
Justa, Libre y Soberana y quiénes nos quieren mantener como vulgares esclavos
de los intereses financieros mundiales.
La ética declamada por los poderes fácticos quedó expuesta a todos
como lo que es: solo declamación vacía, una absoluta hipocresía.
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